jueves, 27 de octubre de 2011

Hoy, una de libro.


En estos momentos donde todo parece moverse en una cuerda floja, que no sabemos si vamos o venimos, que despertamos sobresaltados y nos acostamos cabreadísimos, me hago una pregunta con bastante frecuencia  ¿Para qué?, supongo que el transcurso de los hechos son como son, y mientras los que interactuamos con el tiempo de la historia no cambiemos, hagamos una verdadera revolución desde dentro de forma individual y auténtica, todo lo demás sobra, porque los cambios se demuestran con hechos, no con palabras o con intenciones, porque eso es “agua de borrajas”.
El cambio no es una declaración de intenciones, que está bien, pero se las lleva el viento, son compromisos día a día, momento a momento contigo  mismo y con lo que tú quieras.
Pero volviendo al tema que me lleva a escribir esta entrada, es un libro que acabo de leer, “69 razones para no trabajar demasiado”, de Ciudadano Pérez, os lo recomiendo.
Pero en esta entrada sólo voy a contaros la razón sesenta y nueve, dedicada a Paul Lafarge y su mujer Laura Marx, que a sus sesenta y nueve años decidieron abandonar este mundo antes de llegar a la decrepitud. Un 25 de noviembre de 1911 regresaron a casa  después de una agradable velada en un cine de París, se regalaron unos pasteles, se acostaron plácidamente y nunca más se levantaron después de una inyección hipodérmica de ácido cianhídrico que se aplicaron. Paul dejó una nota explicando su acto final : “Sano de cuerpo y espíritu, me doy la muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras otro los placeres y los goces de la existencia y me ha despojado de mis fuerzas físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad, convirtiéndome en una carga para  mí mismo y para los demás. Muero con la suprema alegría de tener la certeza de que muy pronto triunfará la causa a la que me he entregado desde hace cuarenta y cinco años”.
Cada uno cuando lea la entrada tendrá una reacción y esa es mi intención que recapacitemos sobre lo que se nos viene a la cabeza, sin prejuicios, sin moralidades, sin intenciones simplemente meditarlo.

“Lo que se deja decir, puede ser dicho claro, y de lo que no  es posible decir hay que callar”.
                                                                           Ludwig Wittgenstein.   

IMAGEN DE GOOGLE DE LA PORTADA DEL LIBRO.          

sábado, 22 de octubre de 2011

La mentira.

La mentira se ha impuesto, mentimos sin
ningún pudor, algunas veces por lo políticamente correcto, otras
por consideración y muchas otras por justificación, y no olvidemos
la mentira como manipulación. La sinceridad es un valor en desuso,
habitualmente se considera a la sinceridad como algo nefasto, irrespetuoso,ofensivo, insultante.
Decir lo que pensamos, lo que sentimos supone en infinidad de ocasiones discusiones, enfados y malos rollos. ¿ por qué?, supongo que no gusta escuchar la verdad, aunque
sea la de otro, somos incapaces de escuchar con sentido crítico,
valorando las infinidades de posibilidades que nos brindan los
comentarios ajenos, que nos alejan de nuestras autojustificaciones,
que nos limitan y enquistan.
El valor moral de la mentira no voy a cuestionarlo, simplemente diré que estoy en contra en cualquier circunstancia, situación o posibilidad, el mentir hace daño a la
larga, oculta intencionadamente y sobre todo subestima a la persona a
la que se le dice la mentira, y no voy a comentar la mentira como
manipulación porque para mí es lo más deleznable que se puede
hacer hacia otro semejante porque eso supone considerarlo tonto,
idiota, menospreciarlo como igual.
Ser sincero contigo mismo es más que
decir tu verdad, es ser sincero en tus actos, en tus opiniones y en
tus valores, antes que mentir es mejor callar, aun teniendo que
morderse la lengua.
El lenguaje no verbal ha sabido
descifrar las señales que nos advierten cuando alguien miente, pero
son tan sutiles que si no estas en absoluta concentración no eres
capaz de verlas y menos cuando estás interactuando en ese momento
con la persona en una discusión acalorada.
Y no olvidemos a las personas que
mienten sistemáticamente y no conformándose con ello también
vierten calumnias sobre otras personas por envidia, odio, rencor,
intereses económicos u otras razones varias. Pero aún así seguimos
consintiendo y escuchando a estas personas, por llamarlas de alguna
forma,¿ pero quien tiene más delito el que lo hace o el que lo
consiente?, que responda cada uno en su juicio y valor ético.
Según me hago más mayor entiendo
menos la mentira, la consiento menos y sobre todo la aparto todo lo
que puedo de mi vida, no consintiendo a quien la dice y menos a quien
sabiendo certeramente que la dice, escucharla.
Enseñar es trasmitir valores que nos
mejoren, que nos dignifiquen como especie, perpetuar lo que hemos
sido capaces de evolucionar y no involucionar mintiendo u ocultando
verdades.
Aclaro, ser sinceros no es ofender
vertiéndola de forma brusca o malintencionada, ser sincero puede
hacerse de manera respetuosa y sin dañar .
En los momentos que vivimos, convulsos,
repletos de acontecimientos llenos de violencia, de miedo, de odio,
de guerras donde los gobiernos nos mienten manipulándonos, nos
ocultan las verdades pensando que no somos capaces de entender, nos
cuentan milongas para creer lo que queremos creer, suponemos que
ellos saben más y les concedemos ya no sólo el beneplácito de
nuestros pensamientos sino el poder de decidir por nosotros sin
nuestra supervisión o consentimiento alimentándolos para ser
terroristas, asesinos, abusones del poder, ladrones y mentirosos
maliciosos sin límites. Y no conformándonos con esto trasladamos la
mentira a nuestra vida diaria para justificarnos y justificar hechos
que en otras personas condenamos y perseguimos.
Seamos coherentes y aprovechemos la
vida para ser sinceros con nosotros mismos y con los otros.
Cuando la experimentes y te des cuenta
que no pasa nada, que todo sigue igual pero con una gran diferencia,
cuando eres sincero no te engañas y por lo tanto no engañas a
otros.
¡Pruebalo!

martes, 11 de octubre de 2011

Las ideas.




Las ideas esas luces que a veces se encienden pero que enseguida apagamos por diversas y variadas cuestiones.

Cuando abres tu mente a nuevas ideas, estás son como los conquistadores, avasallan, quieren imponer su poder mediante la fuerza, nos estrujan las neuronas pero como todo pueblo invadido imponemos nuestra resistencia negándonos a aprenderlas a entenderlas a incorporarlas en nuestros procesos de vida. Es cuando comienza la  batalla, donde lo antiguo prevalece sobre lo nuevo, donde nuestros hábitos adquiridos desde las ideas antiguas les cuesta moverse, desplazarse, incluso irse para dar cabida a lo nuevo, que no quiere decir mejor o peor, solamente es cuestión de valorar, intentar avanzar en el conocimiento. Aún con toda la resistencia que usemos, algunas conquistan nuestra mente, primero somos recelosos, reacios, vigilantes pero poco a poco crecen y llegan a enseñarnos algo diferente, nuevo, lleno de posibilidades, en algunas ocasiones nos despojamos de ellas  por temor a que nos hagan infelices o desdichados, pero otras son como brisa fresca y nueva para la vida.

En cualquier caso las ideas son puentes a diferentes caminos, para que nuestra creatividad no desaparezca de los genes como herramienta de supervivencia. Ahora màs que nunca esta habilidad nos tiene que ayudar para caminar en un mundo lleno de minas, obstáculos y depredadores que nos hacen aumentar la alerta para no caer en las garras del lado perverso-humano.

No tengamos miedo a las nuevas ideas, a formas de pensar diferentes, seamos  más creativos con nuestra vida, incluso si rayamos lo absurdo, porque lo primero que tenemos que pensar es, en dejar a un lado parte de lo que  hasta hoy nos han enseñado como correcto, bueno, o necesario.

Despertemos a las ideas,  a ser creativos, reinventemos lo inventado, desechemos lo que no necesitamos y aprendamos nuevas conexiones neuronales.


“Las ideas no son unas pinturas mudas sobre una pizarra; una idea, en tanto que es idea, incluye una afirmación o una negación.”                                                              Baruch Spinoza


lunes, 3 de octubre de 2011

Ama-gi.





Cuantas veces pensamos en la libertad, supongo que muchas porque aspiramos a ella, pero yo el otro día aprovechado mi desconexión leía un articulo muy interesante sobre dicha palabra y los últimos descubrimientos que la neurociencia ha hecho sobre el funcionamiento de nuestro órgano menos usado. Este estudio decía que el cerebro tarda unos segundos en pensar antes que nosotros actuemos y seamos conscientes de dicha decisión y este nos cuente pero sin demasiados detalles que hemos hecho, porque valora que no comprenderíamos dichos procesos. Entonces podemos ser libres y hasta que punto podríamos definir la libertad.

Estamos condicionados por la genética, por aprendizajes de siglos y condicionamientos socio-culturales. Seremos entonces seres con cuerpo pero programados con un apartado donde nos dejan espacio libre para que nosotros grabemos lo que la vida nos aporta o como en los replicantes, introducen datos y creemos a pie juntillas los recuerdos que tenemos. Por lo tanto toda la historia es una burda manipulación dirigida y compilada para llevarnos donde los que manejan el cotarro quieren.

He crecido, ya que soy hija de la transición, con la frase tu libertad empieza donde termina la del otro, o con la tan manida esto no es libertad es libertinaje, en fin todo un repertorio que seguros vosotros podréis ampliar, pero lo que a mi me hace reflexionar en mi ya etapa madurita es que no tenemos ni puñetera idea de lo que es la libertad, o quizás lo intuimos pero como el pájaro que vive en una jaula nos da miedo volar en un extenso cielo azul lleno de nubes y colores para sentirnos extasiados con un sol que nos ilumina y calienta.

Llegados a este punto podríamos sacar conclusiones de lo que hacemos en el día a día, tomamos decisiones, opciones, elegimos, comparamos, seleccionamos pero todas estas acciones hacen que nuestro cerebro empieza a usar esos procesos y nosotros creyendo ser libres en nuestro actos.

Y que decir de las palabras, vivimos en un momento donde todo vale, todo se dice, todo se cuenta, pero eso es libertad de expresión o es escupir palabras dirigidas a estúpidos oyentes que no son capaces de hacer selección auditiva, libertad de expresión no es hablar sin ton ni son ,sin reflexionar o recapacitar antes, no es hablar insultando o contando miserias inventadas o reales de otros,, esto es obscenidad, sinvergüenza, lerdismo y sobre todo ponzoña que envenena y enturbia un mundo ya bastante enmierdado.
 Por lo tanto acabaría diciendo unas palabras que escuché el otro día a un filosofo que me parecieron interesantes y muy ilustrativas, libertad de expresión, de pensamiento es ser capaz de procesar nuevas formas de entender el mundo, de comprender los hechos y sobre todo usar las neuronas conectando nuevas sinapsis y así ejerciéndolas para realmente ser el homo sapiens sapiens que la evolución dice que somos y no el homo sapiens imbecilis al que hemos llegado paso a paso sin pararnos, (esto ùltimo lo digo yo).

Imagen de wikipedia(Ama-gi es una palabra sumeria que expresa la manumisión de los esclavos. Traducida literalmente, significa "retorno a la madre" en la medida que los antiguos esclavos "retornaban a sus madres" (i.e., liberados).[1] Se cree que es la primera expresión escrita del concepto de libertad, siendo encontrada en documento de arcilla escrito alrededor del año 2300 a. C. en la ciudad-estado de Lagash. )