En estos momentos donde todo
parece moverse en una cuerda floja, que no sabemos si vamos o venimos, que
despertamos sobresaltados y nos acostamos cabreadísimos, me hago una pregunta
con bastante frecuencia ¿Para qué?,
supongo que el transcurso de los hechos son como son, y mientras los que
interactuamos con el tiempo de la historia no cambiemos, hagamos una verdadera
revolución desde dentro de forma individual y auténtica, todo lo demás sobra,
porque los cambios se demuestran con hechos, no con palabras o con intenciones,
porque eso es “agua de borrajas”.
El cambio no es una
declaración de intenciones, que está bien, pero se las lleva el viento, son
compromisos día a día, momento a momento contigo mismo y con lo que tú quieras.
Pero volviendo al tema que me
lleva a escribir esta entrada, es un libro que acabo de leer, “69 razones para no trabajar demasiado”, de Ciudadano Pérez, os lo
recomiendo.
Pero en esta entrada sólo voy a contaros la razón sesenta y nueve,
dedicada a Paul Lafarge y su mujer Laura Marx, que a sus sesenta y nueve años
decidieron abandonar este mundo antes de llegar a la decrepitud. Un 25 de
noviembre de 1911 regresaron a casa después de una agradable velada en un cine de
París, se regalaron unos pasteles, se acostaron plácidamente y nunca más se levantaron
después de una inyección hipodérmica de ácido cianhídrico que se aplicaron.
Paul dejó una nota explicando su acto final : “Sano de cuerpo y espíritu, me
doy la muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras otro
los placeres y los goces de la existencia y me ha despojado de mis fuerzas
físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad, convirtiéndome
en una carga para mí mismo y para los
demás. Muero con la suprema alegría de tener la certeza de que muy pronto
triunfará la causa a la que me he entregado desde hace cuarenta y cinco años”.
Cada uno cuando lea la entrada
tendrá una reacción y esa es mi intención que recapacitemos sobre lo que se nos
viene a la cabeza, sin prejuicios, sin moralidades, sin intenciones simplemente
meditarlo.“Lo que se deja decir, puede ser dicho claro, y de lo que no es posible decir hay que callar”.
Ludwig Wittgenstein.
IMAGEN DE GOOGLE DE LA PORTADA DEL LIBRO.
oye amiga que eso del 69 no lo veo yo muy de trabajo mas bien de ocio jajajaja es broma
ResponderEliminarinteresante
“Lo que se deja decir, puede ser dicho claro, y de lo que no es posible decir hay que callar”
me lleva a pensar que son tantas cosas que gritar que muchas veces al callar casi decimos mas de gritando
un gran besazo amiga mia
Hola Autoconocimiento
ResponderEliminarDesde luego, conmigo has dado en el clavo. Estoy dándole vueltas a lo que comentas.
Está claro, sobre lo que se calla, nadie podrá decir nada. Y sobre, lo dicho, todos podemos opinar.
Muy interesante todo lo que has explicado, y también el libro.
Besotes.
y si la decrepitud no estaba a la vuelta de la esquina?
ResponderEliminary si lo que hay después es sencillamente nada?
....
hay decisiones que son tan irrevocables que dan miedo..
:)